miércoles, 10 de noviembre de 2010

Desde el dolor no se escribe,
se grita, se escupen palabras
que sólo golpean a uno mismo.
Me golpean pero no sangro,
porque ya no me queda sangre;
me golpean pero no me duele,
porque ya no siento;
me golpean y no las esquivo.
Permanezco inerte, rodeado de preguntas
esquivo dar respuestas,
sólo dejo interrogantes.
No pertenezco a este sitio, me digo...
pero parece que tampoco ahí, a tu lado.

Hoy fue el día. Cuando cerraste los ojos y yo ya no estaba ahí para contemplar cómo los abrías. Pero te imagino, extrañada, creyendo que estoy escondido. Oculto en una especie de juego infantil. Y seguro que al rato me llamas, pensando que sigo en mi escondite. Pero ya no estoy ahí para escucharte. Y al rato, cuando ves que no te contesto, decides buscarme. Buscas un buen rato, por todos los sitios imaginables. Piensas que te voy a dar un susto. Pero no hay susto. Y seguro que vuelves al sofá. Y cierras de nuevo de los ojos. Y esperas que cuando los abras esté de nuevo ahí. Delante de ti. Muy cerca de tus labios. Tanto que casi podría besarte.